jueves, junio 08, 2006

ETAPA 13: ARZUA - SANTIAGO DE COMPOSTELA

Hoy, ya bastante mejor que ayer, nos levantamos temprano; sobre 6'30 h. Es una mañana fría y con niebla. Salimos a la carretera y comenzamos una bajada que intensifica la sensación de frío. Me encuentro mejor, con más fuerza. Sólo nos quedan 36 km para la meta. La llegada del primer repecho se agracede, pues uno puede entrar en calor. Es allí donde, tras cinco o diez minutos de seguir la rueda de Jesús, para entrar en calor, acelero, lo paso, y marco un ritmo más fuerte que me separa de ellos poco a poco. Al final, carretera hasta el aeropuerto de Santiago. Como todas las etapas de carretera, fea y monótona. Ya en el aeropuerto, viendo la velocidad media alcanzada y que voy muy bien de tiempo para llegar pronto y asistir a la misa de 12'00 h, decido tomar el camino, que me llevará al Monte do Gozo, donde hay un albergue inmenso. Desde allí todo bajada. Me encuentro con los tres canarios que dejé días atrás antes del ascenso a Cebreiro, que están desayunando. Tras saludarlos y charlar un rato, continúo mi camino. Callejeo y entro en el caso histórico. Parece que a esa hora hay bastante tráfico y tengo que parar unos segundos en una calle que me llevará hacia la plaza Obradoiro. Se me hacen largos. Tengo ganas de llegar, de ver la Catedral, de ver al Apostol, de ver mi sueño cumplido, de ver mi aventura terminada con éxito. Sigo y llego a la "Praza Quintana de Mortos", veo la Puerta Santa, continúo, "Praza das Praterías", con unas escalinatas y acceso lateral sur a la Catedral, avanzo, giro a la derecha y encuentro en la "Praza Obradoiro", inmensa, a los pies de la monumental Catedral de Santiago. Se me humedecen los ojos de alegría, después de haber recorrido unos 780 km y haber vivido y disfrutado experiencias en lo deportivo, era mi objetivo inicial, en lo personal, era mi reto particular, y en lo espiritual, pues se enriquece uno conociendo gente de lugares remotos y haciendo amistades que nunca se olvidan.Tras deleitarme contemplando un buen rato la Catedral, por dentro y por fuera, de tomar mil fotos, voy a por mi certificado, la Compostelana, que tramito rápidamente. Tengo que rellenar un estadillo en el que reflejo, y soy el único hasta ese momento, que he realizado el camino por razones no religiosas. Después, me despido de mis amigos del Camino, y me recoge mi amigo Jaime, el canario gallego.

ETAPA 12: PORTOMARIN - ARZUA

La etapa de ayer me ha dejado un recuerdo imborrable en la memoria. Su final en el pequeño y acogedor pueblo de Portomarín, con el río Miño, ancho y tranquilo, a sus piés, fue una recompensa maravillosa para el esfuerzo diario. Sin embargo, tampoco olvidaré este pueblo por lo sucedido esta madrugada.Ayer, al llegar a nuestro final de etapa, Richard se había metido en el albergue municipal mientras, casualmente, el hospitalero estaba comiendo, y se había registrado en el libro de peregrinos, reservando también una cama para mi. Los peregrinos a pie tienen preferencia sobre los que van en bici, teniendo estos últimos que esperar hasta las 18'00 h o 19'00 h para ver si sobran plazas. A este respecto hay mucha picaresca, pues hay grupos a los que les llevan las mochilas o, incluso, a ellos mismos hasta un par de kilómetros antes del final de la etapa, cogiendo una plaza en el albergue sin apenas hacer hecho ningún esfuezo ese día. Cuando yo llegué Richard me comentó la jugada y me dijo que fuera antes de que llegara el hospitalero pero, cuando fui, ya había llegado y dijo que no había plazas. Así pues, todos excepto mi amigo, nos fuimos al albergue privado. Para que no se dieran cuenta que él iba en bici, la llevó a donde nos alojamos nosotros. Yo, tras actualizar el diario, me eché en la cama, pero empezaba a encontrame mal, con frío y mal cuerpo. Al atardecer, Richard y Eduardo hicieron una compra y prepararon cena para seis en la cocina del albergue, pero yo ya me encontraba tan mal que no pude ni cenar y me fui a dormir.Amanecí mejor, aunque debilitado. Pensar en el pulpo que comimos ayer en Sarria me provocaba; la combinación del pulpo, calor, esfuerzo físico y agotamiento acumulado me sentó fatal. Aún así, desyune algo y, cuando íbamos a emprender la marcha, me comentan que Richard tiene muchos dolores y que está muy mal. En el camino de un albergue a otro, separados ambos unos 2 km de distancia, nos cruzamos con dos peregrinos que nos dicen que una ambulancia se ha llevado a Richard al hospital de Lugo con fuertes dolores tipo apendicitis. Al llegar, buscamos sus pertenencias y las llevamos al privado. Mientras las recojo, se me humedecen los ojos, pues le había cogido aprecio al vasco. Intento reaccionar, qué hacer... Richard había perdido su móvil, por lo que había utilizado el mío para llamar a su hermano. Localizo el número y llamo. No hay suerte. Envío un mensaje. Ya me llamará cuando lo vea. Como no podemos hacer más, iniciamos el camino.Hoy, muy a mi pesar, he decidido ir por carretera, junto con Jesús y Manolo, pues me encuentro muy débil y cansando. La verdad es que no he disfrutado nada esta etapa, pues iba sin fuerzas y cualquier pequeño repecho era un sufrimiento. Además no hago más que darle vueltas a la gravedad de la enfermedad de Richard. Sobre las 10'00 h hablo con el hermano de Richard y le doy la noticia. Tres horas más tarde, me traquiliza diciendo que está bien, que fue un cólico de riñon y que incluso ha hablado con él. Más tarde, ma llama él desde el hospital. Menos mal que todo ha sido un susto. Me dice que mañana el darán el alta y lo devolverán a Portomarín, donde le recogieron y donde tiene sus pertenencias.Por carretera, la etapa no tiene aliciente. Eduardo y Carlos, que van por camino, me dirán más tarde que la etapa ha sido preciosa.En Melide, Manolo y Jesús paran un momento para arreglar el tema de su pasaje de vuelta y sellar y, como yo no tengo fuerzas, me dicen que les espere en un pequeño jardín junto a la carretera. Pasado un buen rato y al ver que no vienen, decido ir al albergue a ver si están por allí, pero no les veo, por lo que decido irme.Empiezo a pedalear, sin fuerzas y enfadado porque tengo la impresión de que me han dicho que les espere y, sin embargo, se han marchado sin decirme nada. Al rato, después de casi media hora, en un fuerte repecho, veo al más jóven de ellos, Manolo, comenzando el ascenso. Acelero y, al poco tiempo le alcanzo y lo paso con facilidad sin decir nada. Continúo hasta dar caza a Jesús, al que le pido mi Credencial que le di para sellar en Melide. Me asegura, tras preguntarme que dónde me he metido, que volvieron a buscarme. Yo, aún molesto, acelero y llego hasta Arzúa donde decido hacer noche. Según llego a una pensión que me recomiendan en el albergue municipal, ya lleno, me ducho y, poco antes de acostarme, llegan ellos, que también han decidido para aquí. Caigo rendido hasta las 18'00, cuando el hambre me despierta y me hace ir a un super a por Actimel y pechuga de pavo para aliviar mis dolores de estómago. Hablo con Richard y me dice que no espere por él, como yo le había propuesto, que tiene intención de terminar el camino, pero a su ritmo. Tras la comida, un poco de conversación y, enseguida, a dormir pensando en la etapa de mañana, que será, en teoría, la etapa de mi llegada a Santiago de Compostela.

martes, junio 06, 2006

ETAPA 11: FONFRIA - PORTOMARIN

Al despertar muy temprano, sobre las 6'00 h, preparo el equipaje y después desayuno; zumo de naranja, tostadas y café con leche. Elena, la hija de uno de los hospitaleros, una psicóloga muy agradable que huye de Madrid, tiene el detalle de levantarse a despedir a los españoles. Nunca ha hecho el Camino completo y no le gustaría ir sóla. Le comento que todos hemos empezado solos y le doy la dirección de este blog.
Después, emprendemos la marcha; hoy promete ser una ruta divertida pues la mayoría es de bajada y hemos decidido hacerlo por pista de tierra.
Efectivamente, así es. Una bajada vertiginosa, con espectaculares paisajes gallegos de fondo y atravesando varios grupos de casas gallegas de piedra, madera y tejados de pizarra. Eduardo, Carlos y yo gozamos, nos divertimos muchísimo.
Pero, a partir de ahí, un par de altos, el más duro el de Riocabo, más aún cuando se hace por tierra, nos obligan a esforzarnos un poco más. Y lo peor de todo es que la etapa y los excesos de ayer, especialmente por la alimentación, empiezan a pasar factura.
Aún así, hasta Sarria, bajamos de nuevo por pistas de tierra trialeras y lo pasamos en grande.
En Sarria, recorremos la calle principal y descubrimos una mercadillo con feria de ganado. Nos acercamos y, junto a las naves donde se exponen las vacas, encontramos unos puestos donde sirven pulpo a la gallega. Nos sentamos y comemos. Está exquisito. En ese momento llegan Manolo y Richard y se unen a la fiesta; más vino, más pan, más pulpo y más queso.
A la hora de reanudar la actividad física, el intenso calor y la comida, nada adecuada para el ejercicio, nos cuesta mucho.
Quedan algunas subidas y siento los efectos de la llamada "pájara". Atravesamos de nuevo pequeños poblados gallegos, de increíble belleza acompañados de vez en cuando por el inconfundible olor del estiércol, cruzamos una vía de tren (Ourense - Lugo), riachuelos, caminos entre paredes cubiertos de un tupido techo formado por las ramas de los árboles, algunas vacas. Imágenes que se quedan en la retina y en la memoria para siempre.
Llegados al último repecho, cerca de Couto, algunos de ellos los hemos tenido que hacer arrastrando la bicicleta, comienza de nuevo otro entretenido descenso. Yo he tenido que parar un par de veces para refrescarme y, en la última parada realizada para comprar un refresco bien frío, mis amigos vascos han seguido, por lo que los últimos kilómetros los he hecho en solitario. La recompensa llega cuando veo el tranquilo pueblo de Portomarín, a orillas del río Miño.
Como el albergue municipal está lleno, vamos uno privado que está realmente bien y sólo cuesta 8 €.
53 km y estamos a nada, menos de 100 km, de Santiago de Compostela.

ETAPA 10: PONFERRADA - FONFRIA

Recuerdo que hace muchos años quedé con mi amigo de Bañaderos para subir en bicicleta hasta Moya. Yo hice el recorrido desde Las Palmas hasta Bañaderos y, desde allí, fuimos por la costa hasta el desvío de subida al pueblo. Empezaron entonces las subidas y repechos, tan fuertes y prolongados, que llegó un momento en que no pude más y tiré la toalla. Era la primera "pájara" de mi vida. Recuerdo que él subió al pueblo para traer alimentos e intentar recuperarme, pero todos los esfuerzos fueron en vano. Entonces descubrí que aquella subida era de las más fuertes que conocía. Ahora, en Galicia y realizando el Camino de Santiago, he descubierto otra subida igual o más fuerte que aquella; O Cebreiro. Sin embargo, esta vez subía sólo bajo un calor infernal y no podía permitirme fracasar porque era uno de mis retos impuestos. La motivación, sobre todo, y la forma física me ayudó a superar con éxito la subida, sin bajarme de la bici, y sintiéndome más fuerte que nunca.
Amanezco en Ponferrada tras haber descansado pese a haber despertado a medianoche con mal cuerpo y mucha sed; los bocadillos de la cena y las vueltas que he dado en la cama no debieron sentarme bien. El albergue parroquial está francamente bien y continúan realizando obras para mejorarlo aún más. Hoy hemos decidido tomar la salida con tranquilidad, aunque pagemos posteriormente las consecuencias debido al sofocante calor, y vamos a desayunar a una cafetería cercana. Después, Jesús y yo empezamos la etapa dejando a Richard atrás, pues hoy parece que le apetece ir en solitario y con mucha calma.
Aún tengo esos sentimientos de la noche anterior; nos acercamos a O Cebreiro, último obstaculo duro que salvar, y eso significa que estoy en la recta final de mi aventura.
Callejeamos por Ponferrada siguiendo las marcas que indican la salida de la ciudad. Pasamos por tranquilas urbanizaciones, huertos y veo algún que otro cerezo cargado de sus rojos frutos que cuelgan de las ramas.
En Camponaraya salimos a la antigua nacional N-VI que yo abandono, quedando en solitario, para coger el camino de tierra. Me siento muy fuerte con muchas ganas. Pedaleo entre viñedos y me lo paso bien recorriendo estos tramos, incluso en los ligeros repechos que me encuentro.
Así llego a Cacabelos donde recorro la calle principal sobre la cual cuelgan los balcones de antigua y carcomida madera de sus casas. Después no tengo más remedio que salir a la carretera que, por fortuna, no lleva mucho tráfico hasta poco después de Piero, donde vuelvo a tomar el camino. De nuevo viñedos, miles de cepas que se preparan para dar su fruto. Aunque la pista tiene subidas y bajadas es mucho más interesante y divertida que el asfalto.
De pronto, me encuentro con el siguiente pueblo en la ruta de hoy y lugar donde han pernocatado los vascos Eduardo y Carlos; Villafranca del Bierzo. Al llegar, me sorprendo con la cantidad de monumentos que se pueden ver y saco fotos de algunos de ellos. El primero de ellos, muy cerca del albergue, es la iglesia románica de Santiago. Sigo hacia la Plaza Mayor donde he quedado con Jesús, al que encuentro en un bar cercano. Al parecer, Richard, que hace la etapa íntegramente por asfalto, ha pasado hace rato y ha continuado la marcha. Desayuno un sandwich
vegetal con un huevo frito y un café con leche. Me sienta bien y, ya con el estómago lleno, emprendo la marcha. Sigo haciendo fotos a los monumentos, como el colegio de San Nicolás el Real, y salgo del pueblo cruzando el río Burbia.
Aunque mi idea inicial es seguir el camino que se interna en la Sierra de Ancares, mucho más largo y duro, se me pasa la desviación y continúo por una calzada acondicionada que va por el margen de la N-VI, descargada de tráfico gracias a la auntopista A-6. La carretera discurre paralela al río Valcarce y pasa junto a imponentes pilares y bajo los puentes de dicha autopista.
En el recorrido me encuentro con tres canarios, dos de Santa Brígida y uno de Arucas y, un poco más adelante, con Jesús. Pedaleamos juntos, charlando durante largo rato mientras pasando por varios pueblos pequeños, hasta que uno de ellos pincha y nosotros continuamos adelante.
Entramos en Las Herrerías, donde hay un bonito prado surcado por un riachuelo. A partir de aquí, a las 12'50 h empieza el largo y duro ascenso a O Cebreiro bajo un calor terrible. Marco el ritmo, mi ritmo, y comienzo a sufrir. Me acuerdo en estos momentos del de Bañaderos, cuando subíamos hacia Agaete por el Risco de San Nicolás y, mientras yo sufría y pensaba en parar, él me adelantaba subiéndose sobre el sillín. Yo me mantuve igual que en esta ocasión.
Al llegar al desvío de La Faba, izquierda peregrinos a pie, derecha, por carretera, en bici, me detengo para quitarme el casco. Retomo el ascenso por la derecha y esa parada de un sólo minuto, me ha cortado el ritmo. Me cuesta una barbaridad continuar, pienso en parar, pero, de nuevo la psicología puede con la debilidad y vuelvo a recuperar el ritmo. ¡Qué sufrimiento! El sudor me ciega al entrar en los ojos, pero no me detengo. Al final corono el alto y llego a O Cebreiro, donde están Eduardo, Carlos y Richard, que celebran mi llegada . Nos vamos a refrescar con unas litronas de cerveza con limón y continuamos con unos huevos con jamón. Descansamos un poco y, como el albergue está lleno, y la única alternativa que nos dan es dormir en el suelo, los vascos, Jesús y yo, Richard se queda, empezamos a bajar para buscar alojamiento. Subimos dos altos, el de San Roque y el Alto do Poio, y llegamos por una divertida piesta de tierra hasta Fonfría, donde encontramos, prácticamente en mitad de la nada, el albergue privado La Reboleira, que parece un hotel con dormitorios comunes. Han sido 68 km, con un durísimo alto, y ya estamos en Galicia.
Pensaba que el día había acabado, sin embargo, nos esperaba una gran sorpresa. A la hora de la cena, las 20'00 h, vamos a un cercano restaurante donde nos sentamos a la mesa todos los huéspedes del albergue. Sirven bandejas de ensaladilla rusa, trucha frita, ternera en salsa y papas sancochadas. De postre, natillas y... una queimada. Al parecer, los dueños estaban contentos y preparan la queimada. Mientras arde con las luces apagadas, la señora recita un conjuro y, algunos peregrinos salen a explicar porqué hacen el Camino. Después cantamos todos y algunos bailan. Los extranjeros, que son bastante más sosos que los españoles, se retiran a dormir y se acaba la fiesta.
Nos acostamos, pensando en la etapa del día siguiente: Fonfría - Portomarín.

ETAPA 9: ASTORGA - PONFERRADA

Como la mayoría de los días madrugamos, desayunando en el albergue un té reservado la noche anterior. En la puerta encontramos a Manolo y Jesús y, como ellos aún no han desayunado, nosotros emprendemos la marcha.
A la salida de Astorga vemos una bonita ermita con bastante tradición jacobea, Ermita Ecce Homo, y tras rodar por una carretera sin mucho tráfico, llegamos a la entrada de Murias de Rechivaldo, donde nos separamos, ya que Richard quiere ir por carretera y yo por camino. Sin embargo, tras avanzar pocos kilómetros, tomo una desviación hacia Castrillo de Polvazares, un pueblo que nos han recomendado no perdernos porque es precioso y muy representativo de la comarca maragata. Y, ciertamente, merece la pena visitarlo. Tranquilidad. Amplias calles empedradas de cantos rodados. Quietud. Casas de piedra rojiza, con portalones de arco para los carruajes color verde. Sosiego. Tejados de roja teja. Un verdadero placer para los sentidos.
Allí nos encontramos todos; Jesús, Manolo, Richard y yo. Después de las fotos, ellos salen al asfalto y yo continúo por caminos de tierra hasta El Ganso, donde observo casas con tejados a dos aguas de paja, llamadas “teitadas”. Me llama la atención la pequeña iglesia, de la que saco una foto de su bonita espadaña. A partir de aquí, sigo una carretera comarcal sin apenas tráfico que discurre paralela al camino y que sigue subiendo, ganando altura, en busca de la Cruz de Hierro a 1.504 metros de altitud. Paso Rabanal del Camino y la subida requiere cada vez más esfuerzo. Sigo así pedaleando, en solitario, por la desolada carretera, hasta que dejo a un lado Foncedabón, un importante pueblo medieval que tuvo hospital, iglesia y albergues, a tres kilómetros de la cruz y que ya ofrece buenas vistas del camino recorrido. En este punto, decido continuar por la carretera hasta que corono la Cruz de Ferro, tras un considerable derroche de energía. Allí me encuentro, además de a un escandaloso grupo de ciclistas italianos, a los vascos que conocimos en Astorga, Eduardo y Carlos, que comen unas cerezas. Acepto su ofrecimiento que representa una reconfortante recompensa para mí. Me advierten, cosa que desconocía, que tras ingerir cerezas no se puede beber agua, pues provoca unas diarreas terribles. Les saco foto y vídeo y después ellos a mí junto a la cruz. Esperaba encontrar a Richard en la cima, pues él va muy bien por carretera, sin embargo no hay nadie. Pasado un buen rato, aparece Jesús que se une al grupo de las cerezas. Entonces Edu y Carlos se van, no sin antes proponerme que les acompañe, que ellos bajan por el camino, pero prefiero esperar un poco más y seguir más tarde. Posteriormente llega Richard que, al parecer, hizo una buena parada para desayunar. Sacamos algunas fotos juntos y cumplimos con la tradición que se remonta a la época de los romanos de tirar una piedra que de fe de que estuvimos en el lugar. Nos separamos de nuevo y yo tomo el camino hacia Manjarín.
Disfruto de nuevo con la bajada hasta el despoblado pueblo de Manjarín, donde hubo en el siglo XVI un hospital y ahora, únicamente, el refugio. Aprovecho lo peculiar del lugar para sellar mi Credencial y la chica, extraña, como llegada del pasado, me advierte que no baje por el camino porque es muy peligroso y dice que vaya por carretera. Le hago caso y desciendo a gran velocidad por la carretera que lleva a El Acebo. Las pendientes asustan y uno tira del freno, pues las puntas de velocidad pueden alcanzar los 70-80 Km/h. Ya en El Acebo, comienzo de la comarca de El bierzo, nos encontramos todos de nuevo y paramos a tomar una caña. El pueblo es una estrecha y pendiente calle de prácticamente un solo carril con casas de piedra, vieja madera y tejados de pizarra, a cada lado.
De aquí continuamos hasta Molinaseca, donde paramos y nos sentamos a comer Edu, Carlos, Richard y yo. Nuestros nuevos amigos vascos no quieren detenerse mucho tiempo pero la comida, el calor, la proximidad del río y, sobre todo, los comentarios de Richard que le hacen merecedor del apodo “Belcebú” por cuanto intenta convencerlos para que se queden y disfruten, consiguen que alarguen la sobremesa y reposen a orillas del Meruelo, sobre el césped.
Más tarde, iniciamos de nuevo el pedaleo para cubrir los últimos 8 kilómetros hasta Ponferrada, última ciudad antes de llegar a Santiago. Durante la ocupación romana, la actual capital del Bierzo era famosa por sus minas de oro. En 1082, el puente de madera sobre el río Sil es reforzado con hierro, material muy abundante, dando el nombre de Pons Ferrata a la ciudad.
Callejeamos despistados y, tras consultar a varios viandantes, llegamos a la Plaza del Ayuntamiento, atravesamos la puerta de las murallas que da acceso a la calle del reloj sobre la cual contemplamos la Torre del Reloj, y entramos en la Plaza de la Encina, donde se encuentra la Basílica del mismo nombre que alberga a la patrona de la ciudad y de la comarca de El Bierzo. La talla de dicha virgen fue escondida para protegerla de las invasiones musulmanas, pero su rastro se perdió. Siglos más tarde, fue encontrada por los templarios oculta en el interior de una encina. Allí nos encontramos a Jesús, quien llama a Richard pornográfico por ir sin camiseta, lo cual origina un pequeño incidente. Tras despedirnos de Carlos y Edu, quienes quieren continuar hasta Cacabelos, Jesús nos guía hasta el albergue mientras nos cuenta que Manolo se ha enfadado con el hospitalero y se ha ido a un hostal. Una vez acomodados hacemos una colada. Hace mucho calor y la ropa ha de secarse muy rápido.
Después, voy a un ciber para escribir las etapas de días anteriores que no he tenido oportunidad de narrar.
Tal como acordamos, compro unos bocatas para mi amigo Richard y para mí y, mientras me dirijo al albergue, me lo encuentro por el camino, pues ha salido a dar una vuelta. Vamos a la Plaza de la Encina, donde damos buena cuenta de ellos con una cervecita y un refresco.
Después, volvemos al albergue, donde recogemos la ropa tendida y nos vamos a dormir.

domingo, junio 04, 2006

ETAPA 8: LEON - ASTORGA

Amanecemos en el Convento donde nos ofrecen desayuno antes de partir; café con leche, pan con mantequilla y mermelada y galletas. Suficiente para enfrentarnos de nuevo a una fría mañana.
Salimos los tres, Richard, Vicente el catalán y yo, y buscamos la salida. Mi visita turística de la tarde anterior ayuda a localizar San Isidoro para comenzar a seguir las flechas amarillas que nos sacarán de la bonita ciudad leonesa en dirección Santiago. Hacemos unas fotos del Hostal de San Marcos, un precioso y lujoso Parador Nacional. De allí comenzamos de nuevo con un ritmo fuerte, de nuevo por carretera que va paralela al Camino, sin nada interesante hasta que llegamos a Puente de Órbigo u Hospital de Órbigo. La entrada al pueblo es un largísimo puente medieval de 19 arcos, aunque con restos de orígen romano, sobre el río Órbigo, que nos encontramos engalonado con banderas medievales y, en la llanura del río, ahora con caudal reducido, un campo de justas. Y es que el pueblo es famoso porque en el año 1434, el caballero Suero de Quiñones, rechazado por una dama, desafió a cuanto caballero quisiera cruzar el puente, y juró que de allí no se movería hasta no haber quebrado 300 lanzas. Las justas duraron un mes y al terminar marchó en peregrinación a Compostela a dar gracias al Apóstol. Nos encontramos justo en ese momento con Manolo y Jesús. Mientras cruzamos el puente, nos sacamos unas fotos junto a una señora acompañada por sus guapas hijas vestidas al estilo medieval; un grupo de ciclistas del s. XXI junto a unas damas del Medievo. Continuamos cruzando el puente, dejando a nuestra izquierda el campo de justas, y llegando al otro extremo, donde nos encontramos un mercado medieval que se ha establecido en el centro del pueblo. Nos sentimos excitados y emocionados, pues no nos esperábamos una sorpresa tan agradable. Hablamos entre nosotros tratando de decidir qué hacemos, si quedarnos y disfrutar del ambiente o continuar. Jesús y Manolo deciden continuar mientras que Richard y yo decidimos quedarnos unas horas. El catalán Vicente, se queda con nosotros pues hoy es su última etapa antes de regresar a Barcelona esta misma tarde. Pasamos primero por un albergue donde nos cambiamos de ropa y dejamos las bicicletas y después vamos al centro del pueblo, al mercado medieval. Allí tomamos unas sidras naturales, paseamos entre los puestos viendo algún pasacalles, oyendo música de origen vasco tocada por dos hombres con dos palos que dejan caer sobre unos trozos de madera de diferentes longitudes, para luego tomar unas cervezas en un puesto en el que sirven comida y cuyos olores abren nuestro apetito. Vamos entonces a un restaurante donde tomamos otra cañita y, a continuación, comemos. Pruebo el caldo de trucha que, a pesar de ser un plato de invierno, me sabe delicioso. Es una sopa de pan empapado en un caldo con sabor a chorizo picante y un trozo de trucha que nos indican debemos desmenuzar y mezclar bien junto al pan. La verdad es que, pesar del fuerte calor, sienta muy bien. Buscamos entonces algún sitio donde echar una siestita; yo propongo bajo el puente, sin embargo, el terreno es duro y sin césped. Vagamos por la zona seca del ancho cauce, donde vemos a varios participantes en un concurso de pintura cuyo tema central, suponemos por el contenido de los lienzos de varios participantes, es la fiesta medieval del pueblo, su puente y sus gentes.
Tras despertar vamos al mercado y entramos en una jaima árabe donde tomamos té con hierbabuena. Luego aparece Vicente, que ya está listo para irse, no sin antes invitarnos a otro té; mientras dormíamos ha hecho buena amistad con el dueño del negocio. Ya despejados, volvemos al albergue a por nuestras pertenencias y, aún bajo un fuerte calor, salimos del pueblo dirección Astorga, actual capital de la comarca de la Maragatería, para recorrer los últimos 17 Km. del día. Pedaleamos por pistas de tierra. Nos encontramos algunos duros repechos, pero las salvamos sin problemas. Me preocupa Richard porque lleva ruedas lisas, de carretera, sin embargo, no hay ningún contratiempo. Pasamos junto a unas bonitas casas de adobe con puertas y ventanas de un intenso color azul que llaman mi atención. Continuamos nuestra marcha hasta entrar en Astorga por la Puerta Sol, que esconde una fuerte y escondida rampa que da acceso al Jardín de la Sinagoga. Desde allí, y tras preguntar, pedaleamos por el Paseo de la Muralla hasta que llegamos hasta el Albergue, un colegio bastante grande. Allí conocemos a un par de vascos, Eduardo y Carlos, que comparten con nosotros una gran habitación en la que sobran literas. Tras la ducha de rigor, salimos a dar una vuelta. Nos encontramos a Manolo con un nuevo amigo que, junto a Jesús, ha conocido en un restaurante cuando éste les ha permitido compartir mesa con él para que no tuvieran que esperar a que quedara una libre; han comido el famoso cocido maragato y dicen que aún siente pesadez. Precisamente Jesús se ha quedado durmiendo la siesta. Visitamos la Catedral de Santa María, comenzada en 1471, de estilo gótico, renacentista y barroco, el antiguo Palacio Episcopal, encargado a Gaudí, paseamos por el Parque “El Melgar” en el exterior de las murallas y volvemos a entrar en el pueblo por la Plaza de la Aduana, para ir hasta la Plaza Mayor, donde fotografío el ayuntamiento. Hacemos una pequeña compra y volvemos al albergue, donde preparo unos espaguetis para Richard y para mí. Después tenemos una charla con el hospitalero, un brasileño que sabe mucho del Apóstol Santiago, a las puertas del colegio. Pasada la hora de cierre, dejamos la conversación y nos vamos a dormir. Mañana tenemos una interesante etapa con una buena subida; la Cruz de Hierro.

Continuará... ;-)

ETAPA 7: SAHAGUN - LEON

Otra etapa fea y llana.
Tras salir del albergue al frío de la mañana, el catalán de la noche anterior nos corresponde a Richard y a mi con la invitación a desayunar. Después comenzamos a pedalear dirección León por una carretera comarcal sin tráfico que va paralela al Camino. El pedaleo es tranquilo y la media de velocidad alta. No hay nada interesante que ver excepto algunas lagunas con varias cigüeñas y un aeródromo cuyas pistas de aterrizaje son de tierra. Varias avionetas aterrizan a nuestro paso por la zona.
Al final, salimos a la carretera nacional, N-120, y le juro a Richard y al catalán, que nunca más; además del peligro que conlleva, aunque tiene un amplio arcén no deja de ser peligrosa, el ruido de los coches y camiones, el humo y polvo que levantan cuando nos pasan, hace que este tramo sea, con diferencia, el peor de los que he recorrido a lo largo de esta aventura.
Este catalán es todo un caso; no responde a la imagen que dio el día anterior, pues está bastante colgado y, en un par de ocasiones durante el recorrido, se ha parado a fumar porros, y no para de tirarse pedos.
Llegamos entonces muy temprano a León donde nos alojamos en el Convento Carbajalas. y salimos a conocer León. Empezamos por tomar unos vinos; inicialmente eran dos copas, pero la extraversión y conversación de Richard hace que nos inviten a una más. Yo, que no estoy acostumbrado a esto y sin haber comido aún, empiezo a sentir los efectos del alcohol. De allí vamos a otro pequeño bar en el que hablamos con un par de clientes y su dueño como si fueramos clientes de toda la vida; hablamos de todo un poco y los vinos nos sueltan la lengua. Lo pasamos bien pero, lógicamente, pasa factura.
Durante la comida, tema de conversación tenso entre el vasco Richard y el catalán Vicente; la política y el nacionalismo entre dos personas nacidas en territorios donde la política está fuertemente presente.
Después visitamos la preciosa Catedral de León, de estilo gótico, con tres naves laterales y nave transversal, en forma de cruz. Después, ellos se van a descansar y yo continúo la visita turística; recorro las murallas por el exterior, llego a la Puerta del Castillo, visito la Real Colegiata de San Isidoro, los Jardines del Cid, veo la Diputación y la Casa de Botines de Gaudí, etc.
Después hago tiempo en un pequeño parque hasta las ocho, hora en la que hemos quedado para cenar, donde me quedo ligeramente dormido debido al cansancio; ¡quién me viera! Al despertar, se me han pasado 10 minutos de la hora acordada, pero estoy muy cerca y allí encuentro a Jesús y Manolo, con los que tomo unas cervezas acompañadas con unas tapas que nos sirven de cena.
Vuelvo al albergue y veo la ruta del día siguiente; León - Astorga, otros 50 km que, como siempre, se incrementaran an algunos más.

ETAPA 6: CARRION DE LOS CONDES - SAHAGUN

La etapa del día es corta y de tránsito. Nos esperan sólo 40 km de terreno llano para descansar las piernas e ir preparando las etapas más duras del camino, que empezarán con el ascenso a la Cruz de Ferro en los Montes de León.
Abandonamos el albergue de las mojas tras lavar las bicis y engrasarlas bien en el patio del antiguo colegio Espíritu Santo. Vuelve a ser una mañana fría, por lo que hay que abrigarse bien.
Jesús, el señor jubilado, y yo tomamos un camino de tierra incómodo que va a Calzadilla de la Cueza, donde me reúno con Richard. En el trayecto nos cruzamos con Manuel que se despoja de las prendas de abrigo y queda rezagado. Yo marco mi ritmo y Jesús lo afloja para esperar a Manolo. El trayecto es monótono y aburrido, y sólo aunque pedalear por tierra me gusta. Una vez me encuentro con mi amigo, continuamos la marcha.
Richard se ofrece a llevarle la mochila a una solitaria chica belga que va en sandalias tipo esclavas hasta Sahagún.
Salimos de la provincia de Palencia y el primer pueblo leonés que encontramos es Sahagún, nuestra meta del día.
Encontramos rápido el albergue, que está bastante bien y, tras una ducha, hacemos una compra y preparamos para comer. Justo antes de empezar a comer, llega una chica de 26 años surcoreana, a la que mi extrovertido y generoso amigo le ofrece compartir nuestra comida. Yo también le ofrezco parte de mi plato y ella, agradecida, se quita la mochila y se sienta a la mesa con nosotros. Tras la comida, salimos a tomar café y a charlar un poco.
Después hacemos turismo viendo el Arco de San Benito, pertenecientes a las ruinas de un antiguo monasterio benedictino.
Nuestros dos compañeros de pedaleo no aparecen y, más tarde nos enteraremos que han continuado marcha hasta unn puebl0 llamado El Burgo Ranero.
Para cenar también preparamos algo, y esta vez Richard invita a un catalán que se une a la mesa sin objeción; ya somos cuatro.
Encontramos allí a una pareja de amigos vascos que empezaron el Camino desde Cádiz, pasando por Doñana, llegaron a Sevilla y continuaron la llamada Ruta de la Plata hasta Santiago. Ahora estaban de regreso desde Santiago hasta el País Vasco. Contaban que hubo muchos días que tuvieron que dormir al raso haciendo uso de los albergues, que estaban llenos, sólo para ducharse.
Tras la cena, a dormir pues al día siguiente toca Sahagún - León, unos 55 km.
Si bien la ruta no ha sido muy bonita, hemos el día pasado muy bien.

jueves, junio 01, 2006

ETAPA 5: BURGOS - CARRION DE LOS CONDES

Empieza el día muy, muy frío. Es una mañana gélida en Burgos y el viento sopla fuerte. Durante la noche he tenido que ir al servicio a hacer mis necesidades, beber agua para aliviar la sequedad de boca provocada por el vino y desconectar el cargador de la batería de la cámara de fotos, y sólo ir desde la litara al cuarto de baño, me he quedado helado. Tras los preparativos, un desayuno ligero y arranco de nuevo en solitario. Richard tiene que volver a la carretera así que nos despedimos hasta Carrión de los Condes, en teoría, 86 km más adelante.
Salgo de Burgos con facilidad, sin tener que atravesar feas zonas industriales, y empiezo a rodar entre campos de cereales. Aún abrigado con camisata, maillot, pulóver y chubasquero, el frío en las piernas, manos y cara se hace notar. La etapa de hoy se supone sencilla, pues se trata de un trazado prácticamente llano. Disfruto pedaleando entre esos amplios campos de cultivos y me llaman la atención los campos de amapolas, preciosos prados verdes punteados con rojas flores; no puedo resistirme a parar para tomar algunas fotografías para el recuerdo. Pienso en una foto de esas ampliada en enmarcada. También sonrío al ver un paisaje que me recuerda a Bill Gates, pues es la mismísima imagen del fondo de pantalla que trae el Windows XP.
Al llegar al primer pueblo de la ruta, Tardajos, noto que las alforjas tienen un movimiento extraño, algo va mal. Continúo, pues me encuentro ascendiendo y, al llegar a la plaza del pueblo, analizo el problema; un tonillo de sujección del portaequipajes cercano al eje de la rueda trasera se ha aflojado y, además, he perdido uno los que la unen a la parte baja del sillín. Soluciono el problema quitando uno de los tornillos que portabidón para sustituir al perdido, y aprieto el que está flojo. De ahora en adelante, comprobaré a diario el estado de la bici.
Durante el pedaleo me planteo las ventajas e inconvenientes de hacer el Camino andando o en bicicleta; seguro que sobre ello se pueden decir infinidad de ventajas e inconvenientes de una y otra forma. No cabe duda de que el trato con los otros peregrinos es más próxima, más cercana cuando se hace a pie, sin embargo, es normal encontrar y coincidir siempre con la misma gente, pues las etapas suelen ser siempre las mismas. Por contra, al ir en bicicleta coincides y conoces a gente diferente en cada albergue. Realizar largos largos trayectos entre campos de cereales a pie, debe ser desesperante, mientras que en bici los pasas más rápido, pudiendo parar cuando a uno se le apetece. En mi caso, conducir la bici me llena de satisfacción, aunque se presente una dura subida o una fuerte bajada, pues en un caso, sentir que mi esfuerzo me lleva adelante y, en otro, la sensación de velocidad y concentración total, me encanta. Puedes parar junto a algún peregrino y entablar conversación cuando quieras. Precisamente en Hornillos del Camino, me encuentro con un paisano de Vecindario, con el que coincido en muchas aficiones; fotografía, senderismo, naturaleza... Desayuno naranja, plátano y galletas y después tomamos café.
Continúo la marcha con la misma monotonía, anchos campos de cereales a un lado y a otro y pistas de tierra que suben y bajan muy suavemente, hasta que, poco antes del bonito y escondido pueblo de Hontanas, a lo lejos, veo un montículo de piedras en el margen derecho de la pista, que en ese momento llanea. Según me acerco, obervo dos mochilas junto él y, sin embargo, no veo a ningún peregrino en las inmediaciones. Sigo avanzando hasta que, al pasar de largo junto a las mochilas, dejándome llevar por la inercia de la velocidad, la fugaz visión de una pareja de enamorados tumbados entre las espigas del trigal, besándose apasionadamente, me llama la atención; ¡dos sexagenarios que aún viven la pasión del amor!
Ya en Hontanas, hundido entre dos valles, al pasar por la calle Peregrinación, dejo atrás la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Concepción y me encuentro con dos chicas que requieren mi ayuda; intentan hacerse entender con una señora del pueblo para que les hierva agua para cocinar un sobre de pasta. Hago de intérprete de estas chicas belgas y, una vez solventada la cuestión, continúo por un bonita pista que se va estrechando hasta convertirse en un sendero que desemboca en la carretera y que me lleva a las ruinas de San Antón, antiguo convento gótico fundado por Alfonso VII en el siglo XII, utilizado como albergue de peregrino y famoso porque en él se curaba el "mal de San Antón", una especie de lepra medieval.
Siguiendo la carretera llego a Castrojériz, donde admiro la Colegiata de Nuestra Señora del Manzano, de estilo gótico.
Después, tras cruzar el río Odrilla, me sorprende un duro repechón inesperado de unos 2 o 3 kilómetro; la cuesta de Mostelares. Consigo subir sin bajar de la bici, arrastrando esos 30 kilos de bici y alforjas y me paso a contremplar el paisaje lleno de satisfacción.
Avanzo y, justo antes de entrar en la provincia de Palencia, saco unas fotos de la Ermita de San Nicolás y del puente Fitero sobre el río Pisuerga. Ya en la nueva provincia, realizo un alto en la Ermita de la Virgen de la Piedad para reponer fuerzas, poco antes del primer pueblo palentino del Camino de Santiago, Itero de la Vega.
En Boadilla del Camino veo un rollo gótico del siglo XV y, abandonada esta población, empiezo a pedalear junto al Canal de Castilla, una obra de ingeniería de enorme envergadura realizada bajo el reinado de Fernando VI en el siglo XVIII. El principal objetivo de este Canal fue librar del aislamiento físico y económico a Castilla y León y comunicarlos con el océano a través de la navegación fluvial. Su construcción duró casi un siglo y recorre un total de 207 kilómetros con un desnivel a lo largo de su trazado de 150 metros. Realmente impresionante.
Ruedo ahora hasta Frómista, con mucho viento lateral que hacer realmente incómodo el pedaleo, además las molestias que arrastro en el trasero y que no mejoran. Aquí me deleiteo con la Iglesia de San Martín, románica, mi estilo arquitectónico preferido, y de la que tomo fotos desde casi todos los ángulos posibles. Más adelante, ya de vuelta, añadiré las fotos de todos estos sitios.
Desde Frómista hasta Carrión de los Condes, pedaleo junto a un río y la carretera, con viento cruzado, haciendo este tramo interminable.
Ya en Carrión de los Condes, a donde llego las 17'00 h, me espera Richard, quien me informa que el albergue está lleno y podemos ir a un antiguo colegio ahora regentado por unas monjas que nos acogen por poco dinero. Ducha de rigor y a comer algo. Hace frío. Nos acercamos al Centro de Salud porque mi amigo tiene dolores en la rodilla y yo aprovecho para que me vean si tengo alguna herida. Yo creo que cuando me toca con una gasa, empeora la molestia, pero asegura que no tengo ninguna herida abierta, tan sólo una irritación. Me recomieda ponerle yodo y nada de cremas ni vaselinas.
Finalmente vemos llegar a Jesús, el mayor de los otros dos miembros del grupo y, lo llevamos al albergue. El otro se aloja en el "albergue oficial" porque ha habido una peregrino que lo ha tenido que irse por problemas médicos. Una vez todos acomodados vamos a cenar a un sitio donde cenamos muy bien; patatas a la marinera, lomo adobado y natillas de postre.
Han sido casi 90 km y estamos muy cansados.
Mañana toca etapa corta, 40 km, para recuperar fuerzas para lo que se avecina.

miércoles, mayo 31, 2006

ETAPA 4: SANTO DOMINGO DE LA CALZADA - BURGOS

Ayer, tras comer en Santo Domingo de la Calzada, doy una vuelta por el centro de la pequeña ciudad, que tiene una Catedral preciosa. El Albergue está muy bien y tiene un aspecto bastante familiar. En una especie de ático, un salón cocina con los baños y, a ambos lados, dos grandes dormitorios.
Mi nuevo amigo Richard, un vasco de 31 años, y yo, compramos unos espaguetis, salchichas, beicon, queso rallado y salsa de tomate, además de unos tomates que picaremos con ajo. Invitamos a un peregrino a acompañarnos a la mesa y él pone una botellita de vino. La cena está acompañada por un escandaloso chico que se ha pasado con la bebida, aunque no crea ningún problema.
Otra buena noche, sin molestias y amanezco ayer a las 6'00 h. A las 7'00 h salgo y, como Richard tiene el soporte portaequipajes roto, decide ir por carretera. Además, espera que abran Correos para quitarse 6 kg de exceso de equipaje. Yo empiezo y decido hacer la etapa en solitario.
La etapa del día de Canarias empieza con la salida de Santo Domingo por el puente sobre el río Oja, que da origen del nombre de la Comunidad Autonómica, La Rioja. Después, tras pedalear entre campos de cultivo, llego al Grañón que será el último pueblo de la provincia riojana. Después, también entre extensos cultivos de cereales, llego a Redecilla del Camino, ya en Castilla-León.
Continúo y comienza a hacer frío, por lo que, antes de iniciar el descenso hacia el pueblo de Belorado, tengo que ponerme el impermeable para cortar un poco el frío viento; el cambio de temperaturas se ha notado considerablemente. Richard me llama por teléfono para decirme que me espera en Belorado, donde sellamos las Credeciales en el albergue y parroquia renacentista de Santa María, que tiene un retablo de Santiago caminante del que saco una foto. Tras realizar una compra en un autoservicio, vamos a la plaza del pueblo donde entramos en un cafetería para tomar un café con leche para ver si entramos en calor. Yo lo acompaño con pan con semillas de sésamo recién horneado y un delicioso tomate. Richard y yo nos despedimos, el tomará de nuevo el asfalto y yo continuaré por la pista, hasta más adelante.
Continuando por el Camino, llego hasta el pueblo Villafranca de Montes de Oca, a los pies de los Montes de Oca, desde empieza un duro ascenso al Alto de la Pedraja (1.150 m). En el inicio tengo que echar pie a tierra en más de una ocasión ya que, como los amantes del ciclismo de montaña saben, ponerse de pie sobre la bici para imprimir más fuerza al pedaleo y sentir que se pierde tracción, es síntoma de que la dureza es extrema y que necesario parar y empujar. Cuando la pendiente se vuelve más gradual entro en un precioso bosque, al parecer el último que veré hasta el Bierzo en León, sobre un manto verde de alta hierba y helechos. Al coronar la cima encuentro un Monumento a los Caídos. Desde allí, y salvando previamente un fuerte repechón en una estrecha senda, comienzo un largísimo descenso hasta el Monasterio de San Juan de Ortega para sellar la Credencial y continuar hacia Agés. Aquí paro para comer algo de fruta y descansar del esfuerzo anterior. Continúo el pedaleo, me divierto, voy bien de forma. Observo que "sólo" me quedan 581 km para Santiago.
Desde allí llego a Atapuerca, famoso por sus yacimientos arqueológicos, y comienzo un complicado ascenso en la Sierra de Atapuerca junto a unas descuidadas alambradas de una zona militar. Una vez en lo alto, la recompensa es el inicio de una divertida bajada trialera con la vista de la monumental capital burgalesa en la distancia dejando una mina de hierro a mi derecha.
La entrada a Buegos es complicada y me paso el desvío original del camino por lo que, cuando me doy cuenta, decido volver hacia atrás, unos 2'5 km durísimos debido al fuerte viento de cara.
Estoy agotado y llegar hasta el albergue rodando por los polígonos industriales de Burgos y entre las calles de la ciudad, me desaniman ligeramente después de lo bien que iba.
Circulo a lo largo del río Arlanzón hasta llegar al Parque El Parral, donde se encuentra el albergue, unos barracones de madera anticuados y en mal estado. Richard me espera y nos acomodamos, por suerte, en un amplio dormitorio que aún está vacío, por lo que podemos elegir litera. Los otros dos compañeros de viaje que siempre van juntos, son el burgalés Jesús, de 67 años y origen Aranda del Duero, y Manolo, de unos 40 años y de Valencia, ya se han acomodado, pero a ellos les ha tocado el pequeño dormitorio, ya atestado de gente.
Tras la ducha, nos vamos los cuatro al centro de Burgos para visitar la Catedral y comer algo; unos buenos bocatas de morcilla de Burgos con unas cañas de cerveza bien fría y de segundo, para mi, media ración de asadura que está exquisita. De postre, cortado con un poco de Baileys, un día es un día.
Después hacemos una pequeña visita turística, viendo el Paseo del Espolón, el arco de Santa María, la Catedral con el famoso papamoscas, ese muñeco del siglo XVI que abre la boca cuando da cada campanada, el Ayuntamiento y la Plaza Mayor. Después se echan unos Riberas del Duero, tras tener un altercado en un bar en el cual nos servían Cigales, que según Jesús es tan buen vino como el Ribera del Duero, por Ribera del Duero. Compramos un par de botellas y nos las llevamos al albergue. Lo pasamos realmente bien y nos echamos unas risas.
Después a dormir y prepararse para el día siguiente. Hoy han sido unos 80 km y mañana esperan otros tantos; Burgos - Carrión de los Condes (Palencia).