martes, junio 06, 2006

ETAPA 10: PONFERRADA - FONFRIA

Recuerdo que hace muchos años quedé con mi amigo de Bañaderos para subir en bicicleta hasta Moya. Yo hice el recorrido desde Las Palmas hasta Bañaderos y, desde allí, fuimos por la costa hasta el desvío de subida al pueblo. Empezaron entonces las subidas y repechos, tan fuertes y prolongados, que llegó un momento en que no pude más y tiré la toalla. Era la primera "pájara" de mi vida. Recuerdo que él subió al pueblo para traer alimentos e intentar recuperarme, pero todos los esfuerzos fueron en vano. Entonces descubrí que aquella subida era de las más fuertes que conocía. Ahora, en Galicia y realizando el Camino de Santiago, he descubierto otra subida igual o más fuerte que aquella; O Cebreiro. Sin embargo, esta vez subía sólo bajo un calor infernal y no podía permitirme fracasar porque era uno de mis retos impuestos. La motivación, sobre todo, y la forma física me ayudó a superar con éxito la subida, sin bajarme de la bici, y sintiéndome más fuerte que nunca.
Amanezco en Ponferrada tras haber descansado pese a haber despertado a medianoche con mal cuerpo y mucha sed; los bocadillos de la cena y las vueltas que he dado en la cama no debieron sentarme bien. El albergue parroquial está francamente bien y continúan realizando obras para mejorarlo aún más. Hoy hemos decidido tomar la salida con tranquilidad, aunque pagemos posteriormente las consecuencias debido al sofocante calor, y vamos a desayunar a una cafetería cercana. Después, Jesús y yo empezamos la etapa dejando a Richard atrás, pues hoy parece que le apetece ir en solitario y con mucha calma.
Aún tengo esos sentimientos de la noche anterior; nos acercamos a O Cebreiro, último obstaculo duro que salvar, y eso significa que estoy en la recta final de mi aventura.
Callejeamos por Ponferrada siguiendo las marcas que indican la salida de la ciudad. Pasamos por tranquilas urbanizaciones, huertos y veo algún que otro cerezo cargado de sus rojos frutos que cuelgan de las ramas.
En Camponaraya salimos a la antigua nacional N-VI que yo abandono, quedando en solitario, para coger el camino de tierra. Me siento muy fuerte con muchas ganas. Pedaleo entre viñedos y me lo paso bien recorriendo estos tramos, incluso en los ligeros repechos que me encuentro.
Así llego a Cacabelos donde recorro la calle principal sobre la cual cuelgan los balcones de antigua y carcomida madera de sus casas. Después no tengo más remedio que salir a la carretera que, por fortuna, no lleva mucho tráfico hasta poco después de Piero, donde vuelvo a tomar el camino. De nuevo viñedos, miles de cepas que se preparan para dar su fruto. Aunque la pista tiene subidas y bajadas es mucho más interesante y divertida que el asfalto.
De pronto, me encuentro con el siguiente pueblo en la ruta de hoy y lugar donde han pernocatado los vascos Eduardo y Carlos; Villafranca del Bierzo. Al llegar, me sorprendo con la cantidad de monumentos que se pueden ver y saco fotos de algunos de ellos. El primero de ellos, muy cerca del albergue, es la iglesia románica de Santiago. Sigo hacia la Plaza Mayor donde he quedado con Jesús, al que encuentro en un bar cercano. Al parecer, Richard, que hace la etapa íntegramente por asfalto, ha pasado hace rato y ha continuado la marcha. Desayuno un sandwich
vegetal con un huevo frito y un café con leche. Me sienta bien y, ya con el estómago lleno, emprendo la marcha. Sigo haciendo fotos a los monumentos, como el colegio de San Nicolás el Real, y salgo del pueblo cruzando el río Burbia.
Aunque mi idea inicial es seguir el camino que se interna en la Sierra de Ancares, mucho más largo y duro, se me pasa la desviación y continúo por una calzada acondicionada que va por el margen de la N-VI, descargada de tráfico gracias a la auntopista A-6. La carretera discurre paralela al río Valcarce y pasa junto a imponentes pilares y bajo los puentes de dicha autopista.
En el recorrido me encuentro con tres canarios, dos de Santa Brígida y uno de Arucas y, un poco más adelante, con Jesús. Pedaleamos juntos, charlando durante largo rato mientras pasando por varios pueblos pequeños, hasta que uno de ellos pincha y nosotros continuamos adelante.
Entramos en Las Herrerías, donde hay un bonito prado surcado por un riachuelo. A partir de aquí, a las 12'50 h empieza el largo y duro ascenso a O Cebreiro bajo un calor terrible. Marco el ritmo, mi ritmo, y comienzo a sufrir. Me acuerdo en estos momentos del de Bañaderos, cuando subíamos hacia Agaete por el Risco de San Nicolás y, mientras yo sufría y pensaba en parar, él me adelantaba subiéndose sobre el sillín. Yo me mantuve igual que en esta ocasión.
Al llegar al desvío de La Faba, izquierda peregrinos a pie, derecha, por carretera, en bici, me detengo para quitarme el casco. Retomo el ascenso por la derecha y esa parada de un sólo minuto, me ha cortado el ritmo. Me cuesta una barbaridad continuar, pienso en parar, pero, de nuevo la psicología puede con la debilidad y vuelvo a recuperar el ritmo. ¡Qué sufrimiento! El sudor me ciega al entrar en los ojos, pero no me detengo. Al final corono el alto y llego a O Cebreiro, donde están Eduardo, Carlos y Richard, que celebran mi llegada . Nos vamos a refrescar con unas litronas de cerveza con limón y continuamos con unos huevos con jamón. Descansamos un poco y, como el albergue está lleno, y la única alternativa que nos dan es dormir en el suelo, los vascos, Jesús y yo, Richard se queda, empezamos a bajar para buscar alojamiento. Subimos dos altos, el de San Roque y el Alto do Poio, y llegamos por una divertida piesta de tierra hasta Fonfría, donde encontramos, prácticamente en mitad de la nada, el albergue privado La Reboleira, que parece un hotel con dormitorios comunes. Han sido 68 km, con un durísimo alto, y ya estamos en Galicia.
Pensaba que el día había acabado, sin embargo, nos esperaba una gran sorpresa. A la hora de la cena, las 20'00 h, vamos a un cercano restaurante donde nos sentamos a la mesa todos los huéspedes del albergue. Sirven bandejas de ensaladilla rusa, trucha frita, ternera en salsa y papas sancochadas. De postre, natillas y... una queimada. Al parecer, los dueños estaban contentos y preparan la queimada. Mientras arde con las luces apagadas, la señora recita un conjuro y, algunos peregrinos salen a explicar porqué hacen el Camino. Después cantamos todos y algunos bailan. Los extranjeros, que son bastante más sosos que los españoles, se retiran a dormir y se acaba la fiesta.
Nos acostamos, pensando en la etapa del día siguiente: Fonfría - Portomarín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Juan, así que costó eh!. Ya te dije que eran 22 km de subida sin parar. Tenías que haberle pedido metano al catalán para le explosión del motor de tu bici. La verdad es que el cuerpo humano es muy curioso, cuando mentalmente se está fuerte se puede con casi todo, y tú pudiste con O Cebreiro. A partir de ahora es todo coser y cantar, lo demás te va a parecer un paseo ( je je je, excepto las subidas que te quedan). No, ahora no son tan largas como esas que acabas de hacer.
Veo que vienes haciendo entrenamiento de todo tipo, queimada, comilonas, así cualquiera. Me vas a coger desentrenado.
A propósito Gonzalo, la verdad es que no me acuerdo si la luz era roja ( en la casa de los homenajes ), ja ja ja. O sí?, o no?, o yo que sé!!. La verdad es que esa parte del camino es bastante bonita, eso sí también es bastante dura.
Bueno Chicos/as, ya nos quedan pocos encuentros a través de la informática porque en un par de días Juan llegará a Santiago. Nos quedan un par de comentarios más e .........igual añoro un poco lo de leer vuestros comentarios y las aventuras y desventuras de un trotamundos llamado Juan Alberto que nos ha sentado a un grupito de amigos alrededor de una narración. Nos vemos.....
Juan Alberto ya nos queda menos para sentarnos alrededor de un vaso de Albariño y contarnos nuestras experiencias intercambiando opiniones sobre ¿Por qué no nos fuimos al Caribe a tomar sol en vez de matarnos a dar pedales?.
Bueno Juan Alberto, .....buen Camino.