martes, junio 06, 2006

ETAPA 9: ASTORGA - PONFERRADA

Como la mayoría de los días madrugamos, desayunando en el albergue un té reservado la noche anterior. En la puerta encontramos a Manolo y Jesús y, como ellos aún no han desayunado, nosotros emprendemos la marcha.
A la salida de Astorga vemos una bonita ermita con bastante tradición jacobea, Ermita Ecce Homo, y tras rodar por una carretera sin mucho tráfico, llegamos a la entrada de Murias de Rechivaldo, donde nos separamos, ya que Richard quiere ir por carretera y yo por camino. Sin embargo, tras avanzar pocos kilómetros, tomo una desviación hacia Castrillo de Polvazares, un pueblo que nos han recomendado no perdernos porque es precioso y muy representativo de la comarca maragata. Y, ciertamente, merece la pena visitarlo. Tranquilidad. Amplias calles empedradas de cantos rodados. Quietud. Casas de piedra rojiza, con portalones de arco para los carruajes color verde. Sosiego. Tejados de roja teja. Un verdadero placer para los sentidos.
Allí nos encontramos todos; Jesús, Manolo, Richard y yo. Después de las fotos, ellos salen al asfalto y yo continúo por caminos de tierra hasta El Ganso, donde observo casas con tejados a dos aguas de paja, llamadas “teitadas”. Me llama la atención la pequeña iglesia, de la que saco una foto de su bonita espadaña. A partir de aquí, sigo una carretera comarcal sin apenas tráfico que discurre paralela al camino y que sigue subiendo, ganando altura, en busca de la Cruz de Hierro a 1.504 metros de altitud. Paso Rabanal del Camino y la subida requiere cada vez más esfuerzo. Sigo así pedaleando, en solitario, por la desolada carretera, hasta que dejo a un lado Foncedabón, un importante pueblo medieval que tuvo hospital, iglesia y albergues, a tres kilómetros de la cruz y que ya ofrece buenas vistas del camino recorrido. En este punto, decido continuar por la carretera hasta que corono la Cruz de Ferro, tras un considerable derroche de energía. Allí me encuentro, además de a un escandaloso grupo de ciclistas italianos, a los vascos que conocimos en Astorga, Eduardo y Carlos, que comen unas cerezas. Acepto su ofrecimiento que representa una reconfortante recompensa para mí. Me advierten, cosa que desconocía, que tras ingerir cerezas no se puede beber agua, pues provoca unas diarreas terribles. Les saco foto y vídeo y después ellos a mí junto a la cruz. Esperaba encontrar a Richard en la cima, pues él va muy bien por carretera, sin embargo no hay nadie. Pasado un buen rato, aparece Jesús que se une al grupo de las cerezas. Entonces Edu y Carlos se van, no sin antes proponerme que les acompañe, que ellos bajan por el camino, pero prefiero esperar un poco más y seguir más tarde. Posteriormente llega Richard que, al parecer, hizo una buena parada para desayunar. Sacamos algunas fotos juntos y cumplimos con la tradición que se remonta a la época de los romanos de tirar una piedra que de fe de que estuvimos en el lugar. Nos separamos de nuevo y yo tomo el camino hacia Manjarín.
Disfruto de nuevo con la bajada hasta el despoblado pueblo de Manjarín, donde hubo en el siglo XVI un hospital y ahora, únicamente, el refugio. Aprovecho lo peculiar del lugar para sellar mi Credencial y la chica, extraña, como llegada del pasado, me advierte que no baje por el camino porque es muy peligroso y dice que vaya por carretera. Le hago caso y desciendo a gran velocidad por la carretera que lleva a El Acebo. Las pendientes asustan y uno tira del freno, pues las puntas de velocidad pueden alcanzar los 70-80 Km/h. Ya en El Acebo, comienzo de la comarca de El bierzo, nos encontramos todos de nuevo y paramos a tomar una caña. El pueblo es una estrecha y pendiente calle de prácticamente un solo carril con casas de piedra, vieja madera y tejados de pizarra, a cada lado.
De aquí continuamos hasta Molinaseca, donde paramos y nos sentamos a comer Edu, Carlos, Richard y yo. Nuestros nuevos amigos vascos no quieren detenerse mucho tiempo pero la comida, el calor, la proximidad del río y, sobre todo, los comentarios de Richard que le hacen merecedor del apodo “Belcebú” por cuanto intenta convencerlos para que se queden y disfruten, consiguen que alarguen la sobremesa y reposen a orillas del Meruelo, sobre el césped.
Más tarde, iniciamos de nuevo el pedaleo para cubrir los últimos 8 kilómetros hasta Ponferrada, última ciudad antes de llegar a Santiago. Durante la ocupación romana, la actual capital del Bierzo era famosa por sus minas de oro. En 1082, el puente de madera sobre el río Sil es reforzado con hierro, material muy abundante, dando el nombre de Pons Ferrata a la ciudad.
Callejeamos despistados y, tras consultar a varios viandantes, llegamos a la Plaza del Ayuntamiento, atravesamos la puerta de las murallas que da acceso a la calle del reloj sobre la cual contemplamos la Torre del Reloj, y entramos en la Plaza de la Encina, donde se encuentra la Basílica del mismo nombre que alberga a la patrona de la ciudad y de la comarca de El Bierzo. La talla de dicha virgen fue escondida para protegerla de las invasiones musulmanas, pero su rastro se perdió. Siglos más tarde, fue encontrada por los templarios oculta en el interior de una encina. Allí nos encontramos a Jesús, quien llama a Richard pornográfico por ir sin camiseta, lo cual origina un pequeño incidente. Tras despedirnos de Carlos y Edu, quienes quieren continuar hasta Cacabelos, Jesús nos guía hasta el albergue mientras nos cuenta que Manolo se ha enfadado con el hospitalero y se ha ido a un hostal. Una vez acomodados hacemos una colada. Hace mucho calor y la ropa ha de secarse muy rápido.
Después, voy a un ciber para escribir las etapas de días anteriores que no he tenido oportunidad de narrar.
Tal como acordamos, compro unos bocatas para mi amigo Richard y para mí y, mientras me dirijo al albergue, me lo encuentro por el camino, pues ha salido a dar una vuelta. Vamos a la Plaza de la Encina, donde damos buena cuenta de ellos con una cervecita y un refresco.
Después, volvemos al albergue, donde recogemos la ropa tendida y nos vamos a dormir.

1 comentario:

Juan Alberto dijo...

Espero poder actualizar esto más adelante.